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¿Alguna vez has tenido que vivir momentos en los que sientes que te mueven el piso? Como si estuvieras parado sobre una alfombra y, de repente, ¿alguien tira de ella y caes?

La sorpresa hace que tu reacción sea retardada. Te quedas ahí un tiempo buscando una explicación lógica y convincente que te ayude a entender lo que acaba de ocurrir. 

He vivido algunos momentos así, pero hubo un diagnóstico que me sacudió tan fuerte como el más potente de los terremotos. 

A las 9:40 PM del lunes de 14 de octubre del 2005 nació mi hijo Schoan en la ciudad de Boston. 

Éramos una familia común. Lo esperábamos con ansias y estábamos llenos de sueños.  

Pero la alegría no tardó en marcharse y dejarle el espacio a la tristeza. 

Los múltiples estudios que le hicieron, determinaron que padecía de parálisis cerebral. 

Así se le mueve el piso a cualquiera, ¿cierto?

Fueron muchos meses de angustia, hasta que entendí que debía ser fuerte y educarme para poder ayudar a mi hijo. Asumir una actitud positiva y no de víctima. 

Además de la enfermedad, debía enfrentarme a la barrera del lenguaje. Todas las informaciones que conseguía estaban disponibles solo inglés, idioma que entendía, pero no dominaba. 

Fue un camino largo, difícil y, en ocasiones, desesperanzador. 

Pero, gracias a Dios, fuimos haciendo camino al andar. 

Trece años después, y a raíz de todas las situaciones que vivimos en familia y las dificultades que atravesamos, mi esposo Yonatan y yo, creamos la Fundación Cambiando el mundo de personas con discapacidades.